Durante el 2022, uno de cada cinco países experimentará la disminución o congelación de sus ingresos per cápita.
Dado el impacto de los prolongados conflictos comerciales, la economía global experimentó su crecimiento más bajo en la década, siendo de 2.3 por ciento en 2019.
De acuerdo al informe de las Naciones Unidas, titulado Situación y Perspectivas de la Economía Mundial (WESP) 2020, el mundo podría experimentar un equilibrio en la economía siempre y cuando se contengan los riesgos.
- En el mejor de los casos: se apreciaría un crecimiento de 2.5 por ciento a finales de 2020. Sin embargo, la inestabilidad financiera, reavivación de las tensiones comerciales e intensificación de los argumentos geopolíticos frustran este futuro.
- En el peor de los casos: el crecimiento global se atrasaría hasta un 1.8 por ciento durante los próximos meses. Como consecuencia de una actividad económica prolongada de esta magnitud, surgirán importantes ralentizaciones para el desarrollo sostenible. Lo que incluye retrocesos en la creación de empleos y disminución de la pobreza.
Antia Guerras, el Secretario General de Naciones Unidas, comenta que “estos riesgos suponen repercusiones graves y duraderas en las perspectivas de desarrollo. Amenazan con fomentar la inclinación hacia las políticas internas, cuando la cooperación global tendría que ser el objetivo principal”.
¿Cómo la energía limpia podría mejorar la economía?
Por la obsesión de incrementar el PIB, las naciones más pobres desatenderán los aspectos que mejoran el bienestar social. La cultura de desigualdad, los crecientes niveles de inseguridad alimentaria, la pésima nutrición y la crisis climática, siguen perjudicando la vida de millones de personas.
El Subsecretario General de Desarrollo Económico y Economista jefe de la ONU, Eliot Harris, expresa que “los responsables de formular políticas están encerrados en un círculo vicioso y limitado, ignorando otros factores de igual o mayor importancia.”
Sugiere que deberían priorizar proyectos de desarrollos sostenibles para mejorar el sistema educativo, progresar en la energía renovable y crear una infraestructura resiliente: aspectos que mejoren el bienestar de la sociedad. Mientras un país evoluciona económicamente, puede conseguir una reducida emisión de carbono invirtiendo en una central energética limpia.
Para combatir el cambio climático, hay que complacer las necesidades energéticas a nivel global con un sistema menos contaminante o reducir los niveles de emisiones de carbono. Este fin requerirá grandes cambios en la industria energética, la cual se hace responsable de tres cuartas partes de las emisiones globales de efecto invernadero.
Las naciones con mayor avance industrial representan un porcentaje mayoritario y si los países en desarrollo se igualasen a las grandes economías, las emisiones de carbono ascenderían a más de 200 por ciento.
Toda espera que prolongue la inevitable evolución energética, puede duplicar los riesgos. No solo se expondrán a numerosos gobiernos e inversores a pérdidas repentinas, también se planearan nuevos conflictos para los objetivos relacionados al medio ambiente. Habría un gran retroceso en el objetivo global de alcanzar cero emisiones netas para 2050.
La adquisición de una matriz energética limpia no solo proporcionará beneficios a nivel ambiental, también favorecerá a la economía de muchos países. Para hacerlo realidad se precisa una combinación de políticas más equilibrada.
Por otro lado, el exceso de confianza en las políticas monetarias es pobre para estimular el crecimiento y provoca una serie de costes importantes. Entre ellos, el empeoramiento de las causas que evitan la estabilidad financiera.
Cada vez más economistas están de acuerdo que un sistema de combinación de políticas más equilibradas, capaces de impulsar el crecimiento económico, promover la igualdad de género, producción sostenible (respecto al medio ambiente) y una mayor inclusión social, es ideal.
Rendimiento económico mundial actual
En la Unión Europea, los problemas globales seguirán frenando al sector manufacturero. Contará con la compensación parcial de un crecimiento estable en el consumo privado, permitiendo que el crecimiento del PIB de 1.4 por ciento en 2019 a 1.6 por ciento en 2020.
En Estados Unidos, la reducción de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal establece las bases para el apoyo de la actividad económica. No obstante, debido a la prolongable debilidad empresarial, el decreciente estímulo fiscal y la incertidumbre política, se espera que su crecimiento del PIB se ralentice, pasando de 2.2 por ciento en 2019 a 1.7 por ciento en 2020.
Respecto a Asia Oriental frente a las demandas económicas actuales, se sitúa como la región del mundo que crece a un ritmo más acelerado y contribuye más en el crecimiento global. Se prevé que, en China, con el aporte de las políticas monetarias y fiscales, se moderará el crecimiento del PIB de 6.1 por ciento en 2019 al 6.0 por ciento en 2020 y 5.9 en 2021.
Con respecto a otras grandes economías emergentes, como Brasil, India, la Federación de Rusia y México, se espera un leve impulso durante los últimos trimestres de 2020.
Países más afectados
En los países del tercer mundo, el proceso hacia una mejor economía se ha paralizado.
África, por ejemplo, ha experimentado un mediocre crecimiento durante las últimas décadas del PIB per cápita, por no decir nulo. De igual forma, otras economías se están recuperando de la caída del precio de los productos básicos durante el periodo 2014-2016. Como resultado, se maximizaron las pérdidas de producción y los esfuerzos por reducir el índice de pobreza decayeron.
Los cálculos de la ONU establecen que, para erradicar la pobreza en África, precisarán un crecimiento anual per cápita superior al 8 por ciento, en comparación al 0.5 por ciento que ha mostrado en los últimos años.
El número de personas que vive en pobreza extrema se ha elevado en distintas zonas de África subsahariana, Asia Occidental y América Latina.
El avance sostenido hacia la reducción de la pobreza exigirá un gran impulso para el crecimiento de la productividad y compromisos sólidos para abordar los elevados índices de desigualdad.
En un tercio de los países en desarrollo dependientes de productos básicos, que albergan a mil millones de personas, los ingresos reales medios son más bajos de lo que fueron a mitad de la década de 2010. El efecto llegó también a grandes economías, como Argentina, Sudáfrica, Arabia Saudita, Brasil, Nigeria y Angola.