En la actualidad, la conciencia ecológica que tiene gran parte de la sociedad sobre el cuidado del medioambiente hace que hablar de energías renovables sea común. Pero hace pocos años, esto no era así. Lamentablemente, la humanidad reaccionó tarde ante el desastre que estaba cometiendo contra su propio planeta. Todavía puede revertirse el desastre ambiental, pero para eso hay que comprometerse, y mucho. Como lo hicieron los habitantes de Wildpolsried, un pequeño pueblo de Alemania que fue el primero en el mundo en darse cuenta de que las energías renovables eran el futuro.
En 1999, el gobierno local realizó una consulta a los pobladores que llamó “Liderazgo de Innovación para Wildpoldsried. En esta encuesta se le consultó a la ciudadanía qué proyectos visualizaban para el año 2020 en ese pueblo.
Allí comenzó esta quimera que hoy es una envidiable realidad para la mayoría de las ciudades del mundo. Wildpoldsried pasó de ser un pueblo perdido en la hermosura de Baviera a transformarse en un ejemplo que las ciudades más desarrolladas del mundo intentas seguir.
Ganaderos pioneros: la apuesta por las energías renovables
El proyecto para apostar a la generación de toda la energía del pueblo a partir de recursos renovables y sin producir contaminación nació de la cabeza de los ganaderos locales. Los granjeros no querían continuar quemando diésel en el proceso de calefacción. Fue entonces que antes de lograr el apoyo estatal, el ganadero Wendelin Einsiedler fue el pionero.
Este visionario fue el primero que construyó un generador de biogás e instaló paneles solares con su propio dinero. Además de ser quien introdujo los paneles solares fotovoltaicos, Einsiedler instaló la primera turbina de viento en Wildpoldsried. Pero lo más importante que logró ese granjero fue el convencimiento en sus vecinos. Todos fueron seducidos por la idea de buscar fuentes de energía alternativas y también invirtieron su dinero, Así, nació la compañía que llevó adelante el proyecto de turbinas eólicas.
Al comienzo fueron 25 los granjeros que invirtieron dinero en la primera turbina. Para la siguiente, la cantidad de gente involucrada se duplicó. Y quince años después, las otros dos turbinas contaron con el apoyo económico de 200 personas invirtieron.
Energías renovables: un negocio redondo
Si bien la consulta inicial que disparó el proyecto trabajaba sobre una Wildpoldsried del año 2020, once años después ocurrió lo impensado. Para 2011, la aldea producía tres veces la energía que consumía. ¿Quién se lo hubiera imaginado? En la actualidad, la ciudad genera 500% de la energía que realmente necesita.
Todo el excedente energético que existe en el pueblo se le suministra a la red eléctrica nacional. De esa manera, Wildpoldsried aporta al sistema que controla y administra la distribución energética. El superávit se les paga a los vecinos inversionistas.
El negocio es perfecto. No solamente se cuidan los recursos naturales y se evita generar contaminación, sino que ese esfuerzo se traduce en dinero. En total, los ciudadanos de Wildpoldsried han invertido 40 millones de euros en todo el proyecto y cada año reciben 5 millones de euros por la energía que le venden al tendido eléctrico.
Wilspoldsried: un auténtico pueblo sustentable
El proyecto comprende 11 turbinas eólicas con capacidad de 12 megavatios. También hay cinco plantas de biogás y 2.100 metros cuadrados de paneles solares fotovoltaicos que producen casi 5 megavatios. No hay que olvidar la red de calefacción distrital por biomasa y tres pequeñas plantas hidroeléctricas.
Gracias a toda esta estructura de producción, todos los edificios públicos, 120 residencias y cuatro compañías están conectados al sistema distrital de calefacción. En cambio, la mayoría de los paneles solares están en residencias privadas.
El pueblo tiene una tubería de cuatro kilómetros de longitud que la cruza para transportar combustible que se genera en una planta de biogás. ¿Cuál es el principal combustible para producirlo? El estiércol de las 70 vacas del lugar. El excremento animal, combinado con el maíz que se cultiva en la misma localidad, sirve para generar electricidad. Con el calor residual, los habitantes pueden calentar el agua de sus hogares.
A pesar de todo, hay detractores
Aunque Wildpoldsfried parece ser un ejemplo perfecto para seguir, hay pobladores que no están del todo contentos con el proyecto que envidia y estudia el resto del mundo. Siempre hay alguna minoría que no está de acuerdo. En este caso, la excusa para quejarse es la “contaminación visual” que generan las turbinas del parque eólico.
La economía de Wildpoldsried es agrícola-ganadera. No cuenta con muchos turistas. Y sus turbinas significan que otras regiones vecinas con mayor turismo campestre no tengan que instalarlas. La energía que reciben de Wildpoldfried les es suficiente para sus necesidades. Y logran vivir del turismo. Parece que en nuestro pueblo modelo hay personas que quieren fomentar el turismo pero dicen no lograrlo porque “estéticamente”, todo el complejo energético auyenta a los visitantes.
Sin embargo, aunque sean pocas, esas voces parecen haberse escuchado en los políticos locales. Una nueva ley en Baviera no permite que la distancia entre una turbina eólica y una residencia privada sea menor a dos kilómetros.
Turismo energético
La manera que ha encontrado Wildpoldsried de conseguir turismo es diferente. No buscan mostrar una pradera Baviera tradicional, sino que se invita a los pobladores de comunidades rurales interesadas generar su propia energía.
En una gira de un día se les muestra las instalaciones, algún portavoz del gobierno local les explica cómo empezaron el proyecto y cómo lo administran. Se pasea por las instalaciones del complejo energético y se difunden sus bondades.
Sin embargo, la ley impuesta por el conservador Horst Seehofer de la distancia de menos de dos kilómetros entre una turbina eólica y una residencia trajo dificultades. En Baviera no hay tanto espacio
A pesar de este contratiempo, Wildpoldsried recibe constantemente delegaciones turísticas. Y no solo de otros pueblos alemanes, sino de todas partes del mundo, como Brasil, la India o Japón.
Aunque parecer ser un pueblo que ha entendido cómo será vivir en el futuro, el legado de aquellos primeros pioneros parece haberse perdido en el tiempo. En 2017 se llevaron adelante dos referendos locales para construir dos turbinas eólicas más y ganó el “No”. Todo lo contrario a la apuesta de aquellos visionarios de 1999.